“Para encontrar al príncipe azul hay que besar muchos sapos”, esta frase que la escuche hace mucho tiempo, también la he visto en canciones, en titulo de libros, y me da la introducción para hablar el tema del matrimonio, anteriormente la gente se casaba porque eso era lo que les tocaba hacer, llegadas a cierta edad: casarse, tener hijos y adaptarse a cumplir las funciones y los papeles considerados propios de su sexo. Para muchos era suficiente con mantener intacto el matrimonio. Crecieron con los cuentos de hadas “Blanca Nieves aceptaba ir al palacio y casarse con el príncipe. Y fueron felices para siempre.”
Yo no me puedo imaginar a Blanca Nieves dándole cantaleta al príncipe, pero en la vida real algunas personas cuando inician la convivencia pasan los primeros años intentando que cambiar la forma de ser de su cónyuge para que se ajuste más a su imagen, pierden mucho tiempo enojado con su pareja por no corresponder a sus ideales. Y pasados los años descubren quien es en realidad su pareja.
Esperamos que el otro sea siempre el príncipe guapo y fuerte o la princesa hermosa y perfecta. Si nos dejamos engañar por esta fantasía, esperamos que continúe para siempre la pasión romántica y se nos acaba la comprensión cuando no dura.
Acusamos a la otra persona de habernos fallado, no se nos ocurre pensar que tal vez somos nosotros quienes necesitamos cambiar nuestras actitudes inconscientes, es decir las expectativas y exigencias que imponemos en nuestras relaciones y a las demás personas.
Es posible que una mujer cuyo padre la maltrataba físicamente se case con un hombre que la maltrate, o que un hombre cuya madre era muy dominante se case con una mujer mandona. Los adultos que fueron maltratados en su infancia son más propensos a maltratar a sus hijos que aquellos que no lo fueron. Es importante que comprendamos la dinámica familiar y reconozcamos con compasión nuestras heridas para así tener la seguridad de que no vamos a reactivar esas actitudes en nuestra vida adulta. Es probable que no podamos tener relaciones sanas con los demás mientras no sanemos nuestras relaciones familiares.
Por otro lado, puede también existir rabia y resentimientos en un matrimonio a causa de un incidente aislado: tu pareja te hizo avergonzar delante de tus amigos, por ejemplo, o te fue infiel. O puede ser una reacción debida a actitudes y comportamientos cotidianos del otro que a uno le resultan molestos o indeseables: no te ha prestado atención, ha sido poco amable, poco comunicativo, no se muestra dispuesto a responsabilizarse de los quehaceres domésticos, exige demasiado o parece insensible en las relaciones sexuales. Puede haber desacuerdos sobre el manejo del dinero o la educación de los hijos, o uno de los dos es adicto al alcohol, a las drogas, al sexo o al trabajo. Sin embargo, existe un compromiso y están juntos.
¿Cómo hacer crecer una relación en la que hay muchos resentimientos?
No es pasar por alto los comportamientos o dinámicas que realmente nos resultan inaceptable, es entonces que debemos hablar francamente de esos problemas y, si son pautas habituales, establecer límites y consecuencias claras para el futuro.
Dejar claro lo que para uno es aceptable o inaceptable es un testimonio de amor y respeto por la otra persona y por uno mismo. Permitir que continúen los comportamientos inaceptables mantiene, el resentimiento, la culpa y el comportamiento problemático, a la vez que desautoriza a los dos miembros de la pareja.
Si hay roces y fricciones en tu relaciones de pareja, tomate algún tiempo para examinar en profundidad cuales son los verdaderos problemas, cuales son los sentimientos que se ocultan bajo su rabia, y que cosas son aceptables e inaceptables para ti.
Intenten con su pareja este ejercicio: Consiste en abrir el corazón mirándose a los ojos. Sentados frente a frente mirándonos a los ojos. Abran su corazón tratando de ver lo que siente usted en verdad por tu pareja. Háganlo con amabilidad y una actitud libre de críticas, observen y tomen conciencia de tus sentimientos. Ve a realidad que hay más allá de su personalidad, su apariencia física, sus su personalidades y sus temores. Ve su luz, su integridad y su inocencia esencial. Abre tu corazón…No te refrenes.
Para que un matrimonio prospere, cada miembro de la pareja ha de tener el deseo de construir una amistad mutuamente solidaria. En su expresión más plena, la amistad se basa en la generosidad: generosidad para escuchar, generosidad en el afecto, generosidad en todo lo que se tiene y se es. En la amistad, cada uno se preocupa de los deseos y necesidades del otro, además de los suyos propios, se celebran mutuamente los éxitos y se ofrecen un apoyo y un consuelo recíprocos cuando las cosas no van tan bien.
Es necesario y sano para cualquier relación que haya un espacio para los enfados. Cada persona necesita la libertad de expresarse sin la amenaza del rechazo o el abandono emocional. En una relación que promueve el desarrollo y el respeto mutuos, ninguno de los dos ha de reprimir o negar sus sentimientos para ser amado y aceptado. Todos necesitamos libertad para expresar el dolor y el temor, así como la alegría.